Después de esto seńaló el Seńor también otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de sí a toda ciudad y lugar, a donde El había de venir. Y les decía: "La mies ciertamente es mucha, mas los trabajadores son pocos. Rogad, pues, al Seńor de la mies, que envíe trabajadores a ella". (vv. 1-2)
San Cirilo
Había dicho el Seńor, por medio de sus profetas, que la predicación del Evangelio no sólo se extendería a todos los pueblos de Israel, sino también a todos los gentiles. Por esto el Seńor no sólo escogió doce apóstoles, sino que instituyó también otros setenta y dos. Por lo que se dice: "Y después de esto seńaló el Seńor también otros setenta y dos", etc.
Beda
Oportunamente fueron enviados setenta y dos, porque había de predicarse el Evangelio a otras tantas naciones en el mundo. Y así como antes había escogido doce, a causa de las doce tribus de Israel, así ahora éstos son escogidos para enseńar a las gentes de fuera.
San Agustín, de quaest. evang. 2, 14
Como en el espacio de veinticuatro horas la luz recorre e lumina todo el mundo, así la función de ilustrar al universo por el misterio de la Trinidad se confía a setenta y dos discípulos, porque veinticuatro repetido tres veces hace setenta y dos.
Beda
Así como no hay quien dude que los doce apóstoles representaban a los obispos, así estos setenta y dos fueron la figura de los presbíteros (esto es, los sacerdotes de segundo orden). Sin embargo, en los primeros siglos de la Iglesia (como se sabe por tradición apostólica), unos y otros se llaman obispos y presbíteros; el uno significa madurez de sabiduría, y el otro cuidado del cargo pastoral.
San Cirilo
Esto ya lo había prefigurado Moisés, eligiendo setenta por orden de Dios ( Núm 11), a quienes Dios infundía su divino Espíritu. También se dice en el libro de los Números ( Núm 33), que los hijos de Israel vinieron a Elim (que quiere decir ascenso), y encontraron allí doce fuentes de agua viva y setenta palmeras. Aspirando nosotros así al ascenso espiritual, encontraremos doce fuentes (esto es, los santos apóstoles, de quienes sacamos la ciencia de la salvación, como de la fuente del Salvador), y setenta palmeras, es decir, éstos que ahora son destinados por Cristo. Es la palmera un árbol de buena médula, profunda raíz, fértil, y que siempre se cría junto a las aguas; es también alta y extiende hacia arriba sus ramas.
Prosigue: "Y los envió de dos en dos".
San Gregorio, hom. 17, in Evang
Los mandó así, porque dos son los preceptos de la caridad: el amor de Dios y el del prójimo; y entre menos de dos no puede haber caridad. Esto nos indica que, quien no tiene caridad con sus hermanos, no debe tomar el cargo de predicador.
Orígenes
Así como los doce apóstoles fueron nombrados de dos en dos, como en el catálogo de ellos demuestra San Mateo, así que sirviesen también de dos en dos a la palabra de Dios parece que es antiguo. Sacó el Seńor a Israel de Egipto por medio de Moisés y Aarón ( Ex 12); Josué y Caleph, unidos, apaciguaron al pueblo sublevado por doce exploradores ( Núm 13;14). Por lo que se dice: "Un hermano ayudado por otro es como una ciudad fortificada" ( Prov 18,19).
San Basilio
También dio a entender aquí que, si algunos son iguales en dones espirituales, esto no dejará que prevalezca en ellos la pasión de la opinión propia.
San Gregorio in Evang. hom. 17
Se ańade muy oportunamente: "Delante de El, a toda ciudad y lugar, a donde El había de venir". El Seńor sigue a sus predicadores. La predicación prepara y entonces el Seńor viene a vivir en nuestra alma, cuando preceden las palabras de la exhortación y la verdad se recibe así en la mente. Por esto dice Isaías a los predicadores ( Is 40,3): "Preparad los caminos del Seńor, enderezad las sendas que a El conducen".
Teofilato
El Seńor había designado discípulos a causa de la multitud que necesitaba de instructores. Porque así como nuestros campos, cuando están espigados, necesitan muchos espigadores, así los que habían de creer, como eran innumerables, necesitaban de muchos doctores. Por lo que sigue: "La mies ciertamente es mucha".
Crisóstomos
Y ¿cómo llama mies a lo que aún no ha nacido? Todavía no ha arado, ni ha abierto surcos y ya habla de las mieses. Podían, pues, los discípulos vacilar, meditar entre sí y decir: ¿Cómo será posible que nosotros, tan pocos en número, podamos convertir a todo el mundo; los sencillos a los sofistas, los desnudos a los vestidos, los súbditos a los que dominan? Para que no se turbasen con la reflexión de todo esto, llama al Evangelio mies, como diciendo: Todo está preparado. Os envío a la recolección ya preparada de frutos; en el mismo día podéis sembrar y coger. Así como el colono disfruta viendo el estado de sus mieses, así vosotros debéis salir mucho más contentos al mundo; porque ésta es la mies y yo os presento los campos ya preparados.
San Gregorio ut sup
Pero no sin tristeza podemos decir lo que sigue: "Los trabajadores son pocos". Porque, aun cuando hay muchos que oyen, hay muy pocos que predican. El mundo está lleno de sacerdotes, pero en la siega del Seńor son pocos los que se ocupan, pues aceptamos el cargo sacerdotal pero no cumplimos los deberes de este cargo.
Beda
Así como la abundancia de mies es toda la turba de los creyentes, así los pocos operarios son los apóstoles y los imitadores de ellos, que son enviados a la mies.
San Cirilo
Como los campos dilatados exigen mayor número de trabajadores, así la multitud de los que habían de creer en Cristo. Por lo que prosigue: "Rogad, pues, al Seńor de la mies, que envíe trabajadores a su mies". Obsérvese que cuando dijo: "Rogad al Seńor de la mies que envíe trabajadores a su mies", los envió El después. Luego El es el Seńor de la mies, y por El y con El Dios Padre lo domina todo.
Crisóstomo, hom. 33, in Matth
Después los multiplicó, no ańadiendo al número, sino dándoles poder. Insinúa que es un gran don que se envíen operarios a la mies divina, por eso dice que debe rogarse al Seńor de la mies.
San Gregorio, in Evang. hom. 17
Por esto debe invitarse a los súbditos a que rueguen por sus pastores para que trabajen dignamente y su lengua no cese de exhortar. Muchas veces la lengua de los predicadores se restringe por su indignidad; pero otra gran culpa de los súbditos es que se retire la palabra de la predicación a quienes los gobiernan.