Y el primer día de la semana vino María Magdalena, de mańana, al sepulcro, cuando era oscuro, y vio quitada la losa del sepulcro. Y fue corriendo a Simón Pedro, y al otro discípulo, a quien amaba Jesús, y les dijo: "Han quitado al Seńor del sepulcro, y no sabemos en dónde lo han puesto". Salió, pues, Pedro y aquel otro discípulo, y fueron al sepulcro. Y corrían los dos a la par; mas el otro discípulo se adelantó corriendo más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro. Y habiéndose bajado vio los lienzos puestos, mas no entró dentro. Llegó, pues, Simón Pedro, que le venía siguiendo, y entró en el sepulcro, y vio los lienzos puestos, y el sudario, que había tenido sobre la cabeza, no puesto con los lienzos, sino envuelto en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó. Porque aún no entendían la Escritura, que era menester que El resucitara de entre los muertos. (vv. 1-9)
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 84
Como ya había pasado el sábado, durante el cual lo prohibía la Ley, no pudo María Magdalena contenerse, y muy de mańana se fue a buscar consuelo al sepulcro. Por eso dice: "El primer día de la semana, María Magdalena", etc.
San Agustín, De cons. evang. 3, 24
No cabe duda que María Magdalena era la que más fervientemente amaba al Seńor de entre todas las mujeres que habían amado al Seńor; de modo que no sin razón San Juan haga sólo mención de ella sin nombrar a las otras que con ella fueron, como aseguran los otros Evangelistas.
San Agustín, in Ioannem, tract., 120
El primer día del sábado, es al otro día del sábado, que es el día que los cristianos llaman día del Seńor en recuerdo de la resurrección. Este es el día que San Mateo designa con el nombre de "El primero del sábado".
Beda
Es decir, "El día después del sábado", o sea el primer día siguiente al sábado.
Teofilacto
O de otro modo: Los judíos llamaban sábado a todos los días de la semana, y primer sábado al primero de los sábados de la semana. Este día es figura del siglo venidero, en el cual no habrá más que un solo día sin interrupción de ninguna noche, porque Dios es el sol sin ocaso. En este día resucitó el Seńor revistiéndose de incorruptibilidad corporal, así como seremos nosotros mismos revestidos de incorrupción en el siglo venidero.
San Agustín, De cons. evang. 3, 24
Lo que dice San Marcos "Muy de mańana, saliendo ya el sol" ( Mc 16,12), no está en contradicción con lo que aquí se dice "Como aun fuese de noche y amaneciendo el día", porque los crepúsculos de la noche van desapareciendo a proporción que más avanza la luz. Así debe entenderse lo que dice San Marcos: "Muy de mańana, salido ya el sol", como si se viera ya el sol sobre la tierra. Porque acostumbramos a decir, cuando queremos expresar algún hecho de la madrugada, al levantarse el sol, esto es, un momento antes, es decir, en el momento de elevarse sobre la tierra.
San Gregorio, In Evang. hom. 22
Con razón se dice "Cuando aún era de noche", porque, en efecto, María buscaba en el sepulcro al Creador del universo, que ella amaba, y porque no le encontró le creyó robado; y por consiguiente encontró tinieblas cuando llegó al sepulcro.
Sigue: "Y vio removida la piedra del sepulcro".
San Agustín, ut supra
Ya había, pues, sucedido lo que cuenta San Mateo del terremoto, de la losa separada y del espanto de los guardas.
Crisóstomo, ut supra
El Seńor resucita estando cerrado el sepulcro y sellada la losa. Pero como convenía que otros se cercioraran, fue abierto el sepulcro después de su resurrección, y así se cree que sucedió, y fue lo que alarmó a María que, viendo quitada la piedra, no entró, ni miró, sino que aceleradamente, a impulsos de su mucho amor, corrió a anunciarlo a los discípulos. Ella no sabía nada en claro respecto a la resurrección, sino que creía que había sido trasladado el cuerpo.
Glosa
Y por eso corrió a anunciarlo a los discípulos, para que juntos buscaran o se lamentaran; y por esto dice: "Corrió, pues, y fue a Simón Pedro y al otro discípulo", etc.
San Agustín, in Ioannem, tract., 120
Así se suele nombrar al que amaba Jesús, quien también a todos amaba, pero sobre todos a éste con más familiaridad.
Sigue: "Y les dijo: Quitaron al Seńor del sepulcro, y no sabemos dónde le han puesto".
San Gregorio, Moralium, 3, 9
Hablando así, se expresa el todo por la parte, porque había venido buscando el cuerpo del Seńor, y se lamentaba como si todo El hubiera sido robado.
San Agustín, ut supra
En algunos códices griegos se lee: "Quitaron a mi Seńor", lo que demuestra un amor vehemente como de afecto de familia. Pero esto no lo encontramos en muchos códices que tenemos a la vista.
Crisóstomo, ut supra
El Evangelista, sin embargo, no privó a la mujer de esta gloria, ni creyó indecoroso que supieran por ella la primera noticia. Por su palabra van ellos con mucha solicitud a reconocer el sepulcro.
San Gregorio, In Evang. hom. 22
Aquellos, que amaron más que los otros, corrieron más; a saber, Pedro y Juan. Por eso sigue: "Salió, pues, Pedro y el otro discípulo", etc.
Teofilacto
Pero si me preguntas cómo estando los guardas pudieron acercarse al monumento, la pregunta es infundada, porque después que el Seńor resucitó y compareció el ángel en el sepulcro en medio del terremoto, se retiraron los guardas para anunciarlo a los fariseos.
San Agustín, ut supra
Después de haber dicho "que ellos fueron al sepulcro", retrocedió para contar cómo fueron, y dice: "Corrían, pues, los dos a un tiempo", y el otro discípulo corrió más que Pedro y llegó primero al sepulcro, con lo que da a entender que era él el que llegó primero, pero que lo cuenta todo como de otro.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 84
Llegando, pues, reconoció los lienzos; por eso dice: "Y habiéndose inclinado vio puestos los lienzos". El no averigua nada más, sino que desiste; y esto es lo que sigue: "Mas no entró". Pero Pedro, entrando resueltamente, lo examina todo con la mayor escrupulosidad, y ve más. Por eso sigue: "Vino, pues, Simón Pedro, y entró en el sepulcro y vio los lienzos y el sudario que había sido puesto en su cabeza, pero no junto con los lienzos, sino envuelto separadamente en otro lugar". Esto era prueba de resurrección, porque si alguno lo hubiera trasladado no hubiera desnudado su cuerpo. Ni si lo hubieran robado, los ladrones no hubiesen cuidado de quitarle y envolver el sudario poniéndolo en un sitio diferente del de los lienzos, sino que hubieran tomado el cuerpo como se encontraba. Ya había dicho San Juan que al sepultarle lo habían ungido con mirra, la cual pega los lienzos al cuerpo. Y no creas a los que dicen que fue robado, pues no sería tan insensato el ladrón que se ocupara tanto en algo tan inútil.
Después de Pedro entró Juan. Y sigue: "Entonces entró también el otro discípulo", etc.
San Agustín, in Ioannem, tract., 122
Algunos creen que Juan creía ya en la resurrección, pero no lo indica así lo que sigue: Vio vacío el sepulcro y creyó lo que la mujer había dicho. Pues sigue: "Aún no sabían la Escritura", etc. No creyó, pues, que hubiese resucitado, cuando no sabía que había de resucitar, no obstante que lo oía decir al mismo Seńor clarísimamente; pero por la costumbre de oírle hablar en parábolas no lo entendieron, y creyeron que quería decir otra cosa.
San Gregorio, In Evang. hom. 22
Esta descripción tan detallada del Evangelista no carece de misterio. San Juan, el más joven de los dos, representa la sinagoga judía, y Pedro, el más anciano, la Iglesia universal. Aunque la sinagoga de los judíos precedió en el culto divino a la Iglesia de los gentiles, sin embargo, fue superada en número por la multitud de los gentiles. Corrieron ambas juntamente, porque desde su nacimiento hasta su ocaso, aunque en distinto sentido, corren juntas. La sinagoga llegó primero al monumento, pero no entró, porque aunque entendió los mandatos de la Ley sobre las profecías de la Encarnación y Pasión y muerte del Seńor, no quiso creer. Llegó después Simón Pedro y entró en el sepulcro, porque la Iglesia de las naciones, que siguió la última, creyó a Cristo muerto en su humanidad y vivo en su divinidad. El sudario, pues, de la cabeza del Seńor, no fue encontrado con los lienzos, porque Dios es la cabeza de Cristo, y los misterios de su divinidad son incomprensibles a la flaqueza de nuestra inteligencia y superiores a las facultades de la naturaleza humana. Se ha dicho que el sudario se ha encontrado, no sólo separado, sino envuelto, porque el lienzo que sirve de envoltura a la cabeza divina, demuestra su grandeza en que no tiene principio ni fin. Esta es, pues, la razón por qué se encontró solo en otro lugar, porque Dios no se encuentra entre las almas que están divididas, y sólo merecen recibir su gracia las que no viven separadas por el escándalo de las sectas. Pero como el lienzo que cubre la cabeza de los operarios sirve para enjugar el sudor, puede entenderse con el nombre de sudario la obra de Dios, que aunque permanece tranquilo e inmutable en sí mismo, manifiesta que sufre y trabaja en la dura perversidad de los hombres. El sudario que había estado sobre su cabeza y encontrado aparte, demuestra que la Pasión de nuestro Redentor es muy diversa de la nuestra, porque El la padeció sin culpa, y nosotros por nuestros pecados; El se ofreció a ella voluntariamente, y nosotros la sufrimos contra nuestra voluntad. Después que entró Pedro entró Juan, porque al fin del mundo Judea entrará también en la fe del Salvador.
Teofilacto
O de otro modo: Admira en Pedro la prontitud de la vida activa, y en Juan la contemplación humilde y práctica de las cosas divinas. Con frecuencia los contemplativos llegan por la humildad al conocimiento de las cosas divinas; pero los activos, guiados por su fervorosa asiduidad, llegan primero a la plenitud de este conocimiento.