Mas Jesús, llamando a sus discípulos, dijo: "Tengo compasión de estas gentes, porque ha ya tres días que perseveran conmigo, y no tienen qué comer: y no quiero despedirlas en ayunas, porque no desfallezcan en el campo". Y le dijeron los discípulos: "¿Cómo podremos hallar, en este desierto tantos panes que hartemos tan grande multitud de gente?" Y Jesús les dijo: "¿Cuántos panes tenéis?" Y ellos dijeron: "Siete, y unos pocos pececillos". Y mandó a la gente recostarse sobre la tierra. Y tomando los siete panes y los peces, y dando gracias los partió, y dio a sus discípulos, y los discípulos dieron al pueblo. Y comieron todos, y se hartaron. Y de los pedazos que sobraron, alzaron siete espuertas llenas. Y los que comieron fueron cuatro mil hombres, sin los nińos y mujeres. (vv. 32-38)
San Jerónimo
Primeramente curó el Seńor a los enfermos y después de haberlos curado, les da de comer. Reúne a sus discípulos y les dice lo que han de hacer. Por eso se dice: "Mas Jesús", etc. El Seńor hace esto con el objeto de dar un ejemplo a los maestros de la necesidad que tienen de comunicar con sus inferiores y discípulos todos sus proyectos, o también para que comprendiesen sus discípulos, mediante esta conversación, la grandeza del milagro que iba a hacer.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 53,1
No se atrevía a pedir pan el pueblo, que había venido para obtener curación. Por eso el Seńor, que ama a los hombres y cuida de todos, da pan aun a aquellos que no se lo piden. Por esta razón dice: "Tengo compasión de estas gentes" y para indicar que esa gente no traía alimento alguno para el camino, ańade: "Porque ha tres días que perseveran conmigo y no tienen qué comer" Y aun cuando lo hubieran traído, lo natural es que se les hubiese terminado. Por eso el Seńor no hizo el milagro en el primero o segundo día, sino en el tercero, cuando la comida ya se había terminado, a fin de que, viéndose ellos en tal apuro, apreciasen más el beneficio que recibían. Las palabras del Seńor: "Y no quiero despedirlas en ayunas", etc. evidencian aún más la gran distancia de donde venían y la falta de alimentos. El Seńor no hizo el milagro a continuación de las palabras: "No quiero despacharlas en ayunas", con el objeto de que los discípulos prestaran más atención, mediante la pregunta que ellos hacían y la respuesta que les dio el Seńor, para que brillara más su fe y para que le dijeran: "Haz los panes". Y aunque Cristo hizo muchas cosas que recordaban a los discípulos el primer milagro, como el servir ellos en las mesas y distribuir los cestos, sin embargo, aún estaban muy imperfectamente dispuestos, como se ve claramente por estas palabras. Y los discípulos dijeron: "¿Cómo podremos hallar?", etc. Dijeron ellos esto a causa de la enfermedad de sus pensamientos, a pesar de que no podían dudar del milagro por lo que les acaba de decir el Seńor: hizo el Seńor este milagro en un sitio solitario y distante de todo caserío, con el objeto de que nadie pudiera sospechar que había recibido la comida de alguna casa o aldea vecina. Y pregunta a sus discípulos, a fin de elevar sus almas y de recordarles (o de avisarles) por la pregunta el milagro anterior, del que ellos habían sido testigos y por eso sigue: "Y Jesús les dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Y ellos dijeron: "siete", etc. No ańaden, como dijeron antes: "¿Y qué son estos panes entre tanta gente?" ( Jn 6,9), porque iban adelantando poco a poco. Sin embargo, aún no lo comprenden todo. Es digno de admiración el amor que tenían los apóstoles a la verdad, puesto que aun en sus mismos escritos no ocultan sus grandes defectos y no hay acusación tan grave o falta tan notable como la suya por haber olvidado tan pronto el prodigio tan grande que obró el Seńor. También es de admirar en ellos otra prueba de su sabiduría: vencían el hambre, sin tener apenas en cuenta la necesidad de comer. Porque en el desierto, donde vivían ya tres días, no contaban con más alimentos que con siete panes. Otras muchas cosas hizo el Seńor parecidas a las del primer milagro, pues hizo que se sentaran en tierra y que los panes se aumentaran en las manos de sus discípulos. Por eso sigue: "Y mandó a la gente recostarse sobre la tierra", etc.
San Jerónimo
Ya hemos hablado anteriormente de esto y es inútil repetirlo. Nos detendremos sólo en lo que se diferencian los dos milagros.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 53,2
Mas no es semejante el fin de los dos milagros. Por eso sigue: "Y de los pedazos que sobraron, alzaron siete espuertas llenas: y los que comieron fueron cuatro mil", etc. ¿Por qué fueron menos las sobras en este milagro que en el primero, aunque fueron en menor número los que comieron? O es porque las espuertas eran mayores que los canastos o para que esta diferencia les sirviese para recordar los dos milagros, o también por la diferente significación que tenían las sobras en ambos milagros. En el primero sobraron tantos canastos cuantos eran los apóstoles y en el segundo, un número de espuertas igual al de los panes.
Remigio
En este pasaje del Evangelio es preciso considerar la operación de la divinidad y de la humanidad de Cristo. La humanidad en la compasión que tuvo de la multitud, cosa que es propio del sentimiento de la fragilidad humana y la divinidad en la multiplicación de los panes y en la alimentación de las gentes. Este pasaje destruye completamente el error de Eutiques, que no admitía en Cristo más que una sola naturaleza.
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,50
No es ciertamente fuera de propósito el advertir sobre este milagro, que si alguno de los evangelistas hubiese hablado sobre este milagro y no hubiera referido lo de los cinco panes, quizás ese evangelista fuese juzgado como contrario y en oposición con los demás; pero como son los mismos los que refieren el milagro de los cinco panes y el de los siete, nadie puede ponerlos en duda y todos los hombres deben admitir la existencia de ambos hechos. Hacemos esta advertencia para que, cuando encontremos en un evangelista un hecho que parece contrario a otro completamente parecido, referido por otro evangelista, de suerte que nos parezca imposible el compaginar los dos hechos, digamos desde luego que han existido los dos hechos y que un evangelista refiere el uno y otro evangelista el otro.
Glosa
Es de considerar cómo el Seńor cura primero las enfermedades y después da el alimento. Lo hace así para indicar que es preciso hacer desaparecer primero los pecados y después alimentar el alma con las palabras de Dios.
San Hilario, in Matthaeum, 15
Así como aquella multitud que alimentó primero el Seńor representa al pueblo creyente de los judíos, así también esta última es figura del pueblo gentil y los cuatro mil hombres reunidos significan la multitud innumerable reunida de las cuatro partes del mundo.
San Jerónimo
No son éstos cinco mil, sino cuatro mil, siempre el número cuatro es tenido como digno de alabanza. La piedra cuadrangular no se bambolea, no es inestable y por esta razón hasta los Evangelios hacen sagrado el número cuatro. En el milagro anterior, como el número cinco recuerda a los cinco sentidos y su proximidad, el Seńor no hace mención de la multitud, pero sí los discípulos. Aquí, por el contrario, el mismo Seńor dice que tiene compasión de la multitud porque hace tres días que están con El, sin duda porque creían en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo.
San Hilario, in Matthaeum, 15
O bien, porque pasan con El un tiempo parecido al de la pasión; o también porque los que habían de venir al bautismo confiesan que creen en la pasión y resurrección del Seńor; o también porque por un movimiento de compasión querían ayunar un tiempo semejante al de su pasión.
Rábano
O bien se dice esto porque en la duración de los siglos ha habido tres épocas en que la gracia ha sido dada: primera, la de antes de la Ley; segunda, la de la Ley y tercera, la de la gracia. La cuarta es la del cielo, cuya esperanza da ánimo al que se dirige hacia él.
Remigio
O también porque los que se corrigen por la penitencia de los pecados que han cometido se convierten al Seńor con el pensamiento, con la palabra y con las obras. No quiso el Seńor despachar en ayunas a toda esa gente, para que no desfalleciese en el camino. Porque los pecadores que se convierten por la penitencia, necesitan, si no han de perecer en el transcurso de esta vida pasajera, ser despachados con el alimento de la sagrada doctrina.
Glosa
Los siete panes son la Escritura del Nuevo Testamento, que revela y da la gracia del Espíritu Santo. No son éstos siete panes de cebada (como arriba). Porque no está en el Nuevo Testamento, como lo estaba en la Ley, el alimento vital envuelto entre figuras, o cubierto como de paja permanente. No se habla aquí de dos peces, figura de los dos crismas de la Ley, el del rey y el del sacerdote, sino de unos pocos peces, imagen de los santos del Nuevo Testamento, que arrancados de entre las olas de la vida, sufren el oleaje de este mar tempestuoso y nos alientan con su ejemplo para que no desfallezcamos en el camino.
San Hilario, in Matthaeum, 15
La gente se sienta sobre la tierra, porque ninguna obra de la Ley les daba antes dónde sentarse y ellos estaban aún adheridos al origen del pecado y de la carne.
Glosa
O también se sientan en el primer milagro sobre el heno, para reprimir los deseos de la carne y en el segundo sobre la tierra, porque El les manda abandonar al mundo. El monte sobre el que el Seńor los alimenta, es la alteza de Cristo y hay heno sobre la tierra, porque la alteza de Cristo está cubierta, a causa de los hombres carnales, por la esperanza y los deseos de la carne. En el segundo milagro, por el contrario, alejado todo deseo carnal, contiene y encierra los convites del Nuevo Testamento la solidez de la esperanza no interrumpida. Había allí cinco mil hombres que, como carnales que eran, estaban sujetos a los cinco sentidos y aquí cuatro, a causa de las cuatro virtudes que dan al alma la vida del espíritu: la prudencia, la templanza, la fortaleza y la justicia. De estas virtudes la primera da al hombre el conocimiento de las cosas que debe desear y de las que debe evitar; la segunda refrena el apetito por las cosas que deleitan temporalmente; la tercera da fuerza contra los pesares de la vida y la cuarta, que se difunde entre las otras, consiste en amar a Dios y al prójimo. Tanto allí como aquí, quedan excluidos las mujeres y los nińos, porque en el Antiguo y en el Nuevo Testamento no se aproximan al Seńor los que no se esfuerzan constantemente por llegar a ser hombres perfectos, o por falta de fuerza, o por poquedad de espíritu. Se celebran sobre la montańa las dos comidas, porque la Escritura de ambos Testamentos manda preceptos elevados y tiene recompensas sublimes, todo lo cual predica la grandeza de Cristo y los apóstoles retiran y cumplen todos aquellos misterios sublimes que no están al alcance de la inteligencia de la multitud, es decir, a la inteligencia enriquecida de siete formas por la gracia de Dios de los corazones perfectos. Suelen hacerse las cestas de junco entretejidos y de hojas de palmeras y significan los santos que colocan la raíz de su corazón en la misma fuente de la vida (a fin de que no se sequen como el junco en el agua) y llevan en su corazón la palma de la recompensa eterna.