"Porque ¿qué aprovecha al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué cambio dará el hombre por su alma? Porque el Hijo del Hombre ha de venir en la gloria de su Padre con sus ángeles; y entonces dará a cada uno según sus obras. En verdad os digo, que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que vean al Hijo del Hombre venir en su reino". (vv. 26-28)
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 55,3
Porque dijo el Seńor: "El que quiere salvar, perderá y el que perderá, salvará" (poniendo en una y otra parte la salvación y la perdición), ańade: a fin de que nadie crea que en ambos casos lo mismo es la salvación que la perdición. Porque ¿qué aprovecha al hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma? Como si dijera: a fin de que no digáis, que el que evitare todos los peligros que le amenazan por causa de Cristo, salva su alma; pero pon con tu alma todo el universo. ¿Qué hay para el hombre más terrible que el perder su alma para siempre? Porque si veis a vuestros criados alegres y vosotros sufrís la última enfermedad ¿de qué os sirve el mandar sobre ellos? Aplicad a vuestra alma esta consideración, teniendo presente que a los placeres lascivos debe seguir su perdición futura.
Orígenes, homilia 2 in Matthaeum
Yo soy de opinión, que aquel que no se niega a sí mismo ni pierde su alma en cuanto a los placeres carnales gana el mundo, pero pierde su alma para siempre. Entre estas dos cosas debemos preferir el perder el mundo, para de esta manera ganar nuestras almas.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 55,3
Aun cuando reinares sobre todo el mundo, no podrás comprar tu alma, por eso sigue: "Y ¿qué cosa dará el hombre por su alma?" Que vale tanto como decir: si perdieres las riquezas, podrás dar otras riquezas para comprarlas; pero si perdieres tu alma, no podrás dar otra alma, ni ninguna otra cosa cualquiera. ¿Por qué maravillarse de que acontezca esto al alma, cuando parece que también sucede al cuerpo? Porque aun cuando a un cuerpo enfermo de una manera incurable pusierais diez mil diademas, no por eso se pone bueno.
Orígenes, homilia 2 in Matthaeum
La primera cosa que se puede dar en cambio del alma, son los bienes temporales que puede dar el hombre a los pobres para salvar su alma. Pero no creo que tenga el hombre alguna otra cosa, que una vez dada, como en cambio de su alma, libre a ésta de la muerte; mas Dios dio en cambio de las almas de los hombres la preciosa sangre de su Hijo.
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 32,4
O de otro modo puede continuarse. La Iglesia santa tiene dos épocas, la de la persecución y la de la paz; y el Redentor dejó distintos preceptos para estas dos épocas. En tiempo de persecución debemos presentar el alma y en tiempo de paz debemos quebrantar todo lo que nos pueden dar los deseos terrenales, por eso se dice: "Porque ¿qué aprovecha al hombre, etc?"
San Jerónimo
Al invitar el Seńor a sus discípulos a que se negaran a sí mismos y tomaran su cruz, todos los que lo escuchaban se llenaron de terror; pero a estos pensamientos tristes sucede la alegría con las palabras del Seńor: "Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, etc." ¿Teméis la muerte? Oíd la gloria de su triunfo. ¿Tenéis miedo de la cruz? Escuchad a quién sirven los ángeles.
Orígenes, homilia 2 in Matthaeum
Que vale tanto como decir: Ahora vino el Hijo del hombre, pero no en su gloria, porque no era oportuno que viniese en su gloria cargado de nuestros pecados; pero vendrá en su gloria cuando hubiere preparado a sus discípulos y los hubiere hecho semejantes a El y participantes de su gloria.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 55,4
Mas no dijo El: en tal o cual gloria del Padre, a fin de evitar el que se sospechara que había dos glorias, sino en la gloria del Padre, para manifestar que hablaba de una misma gloria. Y si la gloria es una sola, claro es que también la sustancia es una sola. ¿Por qué tienes, oh Pedro, miedo a la palabra muerte? Entonces me verás en la gloria, mas si yo estoy en la gloria, también lo estaréis vosotros; pero al hablar de la gloria, insinúa cosas terribles, poniéndonos delante el juicio por las palabras: "Y entonces dará a cada uno según sus obras".
San Jerónimo
Porque donde no se atiende a las personas sino a las obras, no hay distinción entre el judío y el gentil, entre el hombre y la mujer, entre el pobre y el rico.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 55,4
Y dijo el Seńor esto, no sólo para recordar a los pecadores los males, consecuencia de sus pecados, sino también las recompensas y las coronas a los justos.
San Jerónimo
Podía haber tenido lugar el escándalo que experimentaron los apóstoles en su interior de esta manera: nos anuncias los tormentos y la muerte para un tiempo venidero y dejas el cumplir tu promesa de venir en tu gloria para largo tiempo; mas el que penetra las cosas ocultas, previendo esta objeción, compensa el temor presente con una recompensa presente, diciendo: "En verdad os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que vean al Hijo del hombre venir en su reino, etc."
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 56,1
El Seńor queriendo manifestar lo que es la gloria en la que vendrá después, se la reveló a los apóstoles en la vida presente (en cuanto les era posible comprenderla), a fin de que no se abatieran con el pensamiento de la muerte del Seńor.
Remigio
Esto que aquí se dice, fue cumplido a aquellos tres discípulos delante de quienes se transfiguró el Seńor en la montańa, mostrándoles los goces de la recompensa eterna: ellos lo vieron cuando venía en su reino, esto es, brillando con la claridad, en la que lo verán, terminado el juicio, todos los santos.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 56,1
Mas el Seńor, a fin de que los demás discípulos no desearan seguirle para ver la muestra de aquella gloria y no llevaran a mal el verse como despreciados, no dice de antemano los nombres de aquellos que debían subir a la montańa.
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 32,4
O también la Iglesia actual es el reino de Dios y como muchos de los discípulos del Seńor debían vivir hasta que vieran construída esta Iglesia, levantada contra la gloria del mundo, el Seńor los consuela con la siguiente esperanza: "Hay algunos de los que están aquí, etc.".
Orígenes, homilia 2 in Matthaeum
En sentido moral se puede decir, que el Verbo de Dios tiene, para los que han sido llamados recientemente a la fe, la apariencia de un esclavo, mas para los perfectos viene en la gloria de su Padre. Sus ángeles son las palabras de los profetas, cuyo sentido espiritual no es posible entender antes de haber entendido espiritualmente la palabra de Cristo, a fin de que se vean aparecer al mismo tiempo las dos verdades en su Majestad. Entonces dará a cada uno la gloria según sus actos porque cuanto mejor obrare cada uno, tanto más espiritualmente comprende a Cristo y a sus profetas.
Orígenes, homilia 3 in Matthaeum
Los que están donde está Jesús son los que han puesto las bases sólidas de su alma en Jesús y de los más notables de éstos, son de los que se dice: "No gustarán la muerte hasta que vean al Hijo del hombre venir en su reino". Ven la eminencia de Dios, que no pueden ver los que están envueltos en diferentes pecados; estos últimos son los que gustan la muerte porque el alma, cuando peca, muere. Porque así como El es la vida y el pan vivo que bajó del cielo ( Jn 6), así la muerte, su enemiga, es el pan muerto. De este pan comen algunos un poco y no hacen más que probarlo; otros, por el contrario, lo comen en abundancia. Los que pecan raras veces y levemente, no hacen más que gustar la muerte. Por el contrario, los que recibieron de un modo más perfecto la virtud espiritual, no gustan la muerte, sino que comen siempre del pan vivo. En las palabras: "Hasta que vean", no fija el tiempo, después del cual sucederá lo que no se verificó antes; esto no es más que la expresión de una cosa necesaria. Porque el que lo ve una vez en su gloria, jamás gustará la muerte.
Rábano
Los santos no hacen más que gustar la muerte del cuerpo y la aceptan con gusto un momento, pero están en plena posesión de la vida del alma.