Los vecinos y los que le habían visto antes pedir limosna decían: "¿No es éste el que estaba sentado y pedía limosna?" Los unos decían: "Este es"; y los otros: "No es ése, sino que se le parece". Mas él decía: "Yo soy". Y le decían: "¿Cómo te fueron abiertos los ojos?" Respondió él: "Aquel hombre que se llama Jesús hizo lodo, y ungió mis ojos y me dijo: ve a la Piscina de Siloé y lávate: y fui, me lavé y veo". Y le dijeron: "¿En dónde está aquél?" Respondió él: "No sé". Llevaron a los fariseos al que había sido ciego. Y era sábado cuando hizo Jesús el lodo y le abrió los ojos. Y de nuevo le preguntaban los fariseos, cómo había recibido la vista. Y él les dijo: "Lodo puso sobre mis ojos, y me lavé y veo". Y decían algunos de los fariseos: "Este hombre no es de Dios, porque no guarda el sábado". Y otros decían: "¿Cómo puede un hombre pecador hacer estos milagros?" Y había disensión entre ellos. Y vuelven a decir al ciego: "Y tú, ¿qué dices de aquél que abrió tus ojos?" Y él dijo: "Que es profeta". (vv. 8-17)
Crisóstomo, in Joanem hom 56
Lo extrańo del milagro debía dar lugar a la incredulidad, y por eso el Evangelista ańade: "Los vecinos y los que le habían visto antes pedir limosna, decían: ¿No es éste el que estaba sentado y pedía limosna?" ¿A dónde descendía la infinita clemencia de Dios? Ella curaba con ternura a aquellos que pedían limosna. De esta manera cerraba la boca a los judíos, pues en su providencia consideraba dignos de sus gracias, no a los hombres insignes o ilustres por su nacimiento, sino a los pobres y humildes, pues había venido para salvar a todos. "Los unos decían: Este es". En efecto; aquéllos a quienes este prodigio había convertido en testigos irrecusables del milagro, no podían decir tampoco: No es éste. "Y los otros: no es ése, sino que se le parece".
San Agustín, in Joanem tract 44
Porque, abiertos los ojos, éstos habían cambiado su semblante. Mas él decía "Yo soy", expresión de gratitud y reconocimiento que lo libra de ser tenido por ingrato.
Crisóstomo, ut supra
Porque no se avergüenza de su primitiva ceguera, ni teme el furor de la plebe, ni rehúsa manifestarse él mismo para proclamar a su bienhechor. "Y le decían: ¿Cómo te fueron abiertos los ojos?" Ni nosotros sabemos el modo, ni tampoco lo sabe el que ha sido curado. El conocía el hecho, pero no podía comprender la manera como se había verificado. "Respondió él: Aquel hombre que se llama Jesús, hizo lodo y ungió mis ojos". ¡Mira cuán veraz es en sus palabras! No dijo con qué lo había hecho; no dijo tampoco lo que no sabía, porque él ignoraba que Jesús había escupido en la tierra. Por el sentido del tacto conoció que sus ojos habían sido untados de lodo, "Y me dijo: Ve a la Piscina de Siloé y lávate". También fue testigo de esto por el oído, pues reconoció su voz a causa de la disputa con los discípulos. Y como él se había preparado para una sola cosa, a saber, para dejarse persuadir en todo por el que le mandaba, ańade: "Y fui, me lavé y veo".
San Agustín, ut supra
He aquí cómo se hace mensajero de la gracia; he aquí cómo evangeliza y confiesa a los judíos. Este ciego confesaba y el corazón de los impíos estaba oprimido porque no tenían en el corazón lo que él ya tenía en el rostro. "Y le dijeron: ¿En dónde está aquél?"
Crisóstomo, ut supra
Ellos decían esto meditando su muerte, porque ya habían conspirado contra El; pero Cristo no estaba jamás cerca de aquellos a quienes curaba, porque no buscaba su gloria, ni tampoco hacía ostentación de sí mismo. Jesús, después de curar, se retiraba siempre para alejar toda sospecha de milagros, porque los que no lo conocían, ¿cómo habían de confesar que habían sido curados por El? "Respondió él: No sé".
San Agustín, ut supra
Al decir estas palabras se asemejaba al ungido, pero que aún no ve. Predica, mas no conoce a aquel a quien predica.
Beda
Es figura de los catecúmenos, que aun cuando creen en Cristo, todavía no le conocen, porque aun no están purificados.
A los fariseos pertenecía, pues, aprobar o desaprobar esta obra.
Crisóstomo, ut supra
Al preguntar los judíos: "¿Dónde está aquel?" querían encontrarlo para conducirlo a los fariseos; pero como no lo encontraron, llevaron al ciego delante de los fariseos para poder preguntarle con más insistencia. Y por eso ańade el Evangelista: "Y era sábado", para demostrar la depravada intención de ellos y por qué causa lo buscaban, esto es, para alegar un motivo contra El y para poder manifestarse acusadores de este milagro, so pretexto de violación de la Ley. Esto es lo que confirman las palabras siguientes: "Y de nuevo le preguntaban los fariseos", etc. Mira cómo el ciego no se turba. Nada de extrańo tenía el decir la verdad en presencia de las turbas que le preguntaban, sin que corriese peligro alguno. Lo admirable es que ahora, en presencia de los fariseos, cuando corre verdadero peligro, nada niega, ni dice lo contrario de lo que antes había afirmado. "Y él les dijo: lodo puso sobre mis ojos, y me lavé y veo". El cuenta el hecho de la manera más breve a hombres que ya lo habían escuchado. Calla el nombre del que le había dicho "Ve, lávate en la piscina"; antes bien, exclama desde luego: "Lodo puso sobre mis ojos", etc. De este modo obtuvieron un resultado contrario al que se habían propuesto, porque ellos le habían conducido para que negara el milagro, que él publicaba sin recelo alguno.
"Y decían algunos fariseos", etc.
San Agustín, ut supra
No todos, sino algunos, porque ya algunos empezaban a ser ungidos. Los que no veían, ni habían sido ungidos, decían: "Este hombre no es de Dios, pues que no guarda el sábado". Mejor guardaba el sábado el que estaba libre de pecado, pues guardar el sábado en sentido espiritual es estar libre de pecado, y esto es lo que Dios aconseja cuando exhorta a santificar el día del sábado, diciendo ( Ex 20,10): "No haréis obras serviles". Y he aquí lo que el Seńor llama obra servil: todo el que hace un pecado, es esclavo del pecado ( Jn 8,34); pero mientras ellos observaban carnalmente el sábado, espiritualmente lo violaban.
Crisóstomo, in Joanem hom 56
Maliciosamente ocultan el hecho y sólo hablan de la supuesta prevaricación; porque ellos no decían que había curado en el día del sábado, sino que no guarda el sábado. "Otros decían: ¿Cómo puede un hombre pecador hacer estos milagros?" Los milagros les llamaban la atención, pero sus corazones estaban mal dispuestos. Era conveniente manifestar de qué manera no se quebrantaba el sábado. Ninguno de ellos se atrevía a decir claramente lo que quería, sino que preferían dejarlo en la duda, los unos por debilidad y los otros por la humana ambición: "Y había discusión entre ellos". Esta división comenzó en el pueblo y después se propagó entre los principales.
San Agustín, ut supra
Cristo era el día que separó la luz de las tinieblas.
Crisóstomo, in Joanem hom 57
Aquellos que habían dicho: "Un hombre pecador no puede hacer estos milagros", queriendo cerrar la boca de sus adversarios, sacan en medio de ellos a aquel que había experimentado el poder de Cristo, con el fin de no aparecer aduladores. "Y vuelven a decir al ciego: Y tú, ¿qué dices de aquel que abrió tus ojos?"
Teófilacto
Mira con cuánta benevolencia le preguntan. No le dijeron: Tú, qué dices de aquel que no guarda el sábado, sino que refieren el milagro: ¿Cómo te abrió los ojos? Como si quisieran excitar el celo de este hombre curado, diciéndole: El ha sido tu salvador y, por lo tanto, debes ensalzar su poder y su gloria.
San Agustín, ut supra
O tal vez buscaban un medio de calumniar al hombre y arrojarlo de la sinagoga; pero él no manifestó más que lo que sentía. "Y él dijo: Que es profeta". Aunque ya estaba tocado su corazón, todavía, sin embargo, no confiesa al Hijo de Dios; pero no miente, porque el Seńor había dicho de sí mismo "Que ningún profeta es acepto en su patria" ( Lc 4).