"Padre, quiero que aquellos que tú me diste estén conmigo en donde yo estoy, para que vean mi gloria que tú me diste, porque me has amado antes del establecimiento del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, mas yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste. Y les hice conocer tu nombre, y se lo haré conocer, para que el amor con que me has amado esté en ellos y yo en ellos". (vv. 24-26)
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 81
Después que había dicho que muchos creerían por ellos y que gozarían de mucha gloria, pasa a hablar de las coronas que les estaban reservadas, diciendo: "Padre, quiero que los que tú me diste estén conmigo donde yo estoy".
San Agustín, in Ioannem, tract., 110 et 111
Estos son los que recibió del Padre y El eligió del mundo, pues como dice en el exordio de su oración, "Le dio potestad sobre toda carne (esto es, todo hombre) para que les dé la vida eterna". En lo que manifestó haber recibido todo poder sobre todo hombre, para que salvara y condenara a los que quisiera, por lo que a todos sus miembros prometió el premio de estar con El donde El esté. Y no podrá dejar de hacerse lo que el Hijo omnipotente diga al Padre omnipotente que se haga, pues una es la voluntad del Padre y del Hijo; y si no puede comprenderlo nuestra flaqueza, créalo la piedad. Por lo que atańe a la humanidad, en la que fue hecho de la descendencia de David, según la carne, pudo decir "Donde yo estoy", refiriéndose ya al lugar donde muy pronto estaría. En el cielo, pues, nos prometió que estaríamos, porque a él fue elevada la forma de siervo que tomó de la Virgen y fue colocada a la diestra del Padre.
San Gregorio, Moralium 27, 1
En lo que se ve nuevamente lo que la verdad dice: "Nadie sube al cielo, sino el que baja del cielo" ( Jn 3,13); lo cual no se diferencia de sus palabras, porque hecho el Seńor cabeza de sus miembros, segregada la multitud de los réprobos, queda sólo con nosotros; y así como nosotros hemos sido hechos una cosa con El, volverá solo con nosotros allá de donde vino solo.
San Agustín, in Ioannem, tract., 111
En lo que respecta a su divinidad, en la que es igual al Padre, si según ella queremos entender aquellas palabras: "En donde yo estoy, estén ellos conmigo", desaparece del alma todo pensamiento de imágenes corporales y no se comprende la manera en la que el Hijo es igual al Padre, porque nadie puede llegar allí donde no pertenece. Por tanto, no le fue bastante el decir "quiero que ellos estén donde yo estoy", sino que ańadió "conmigo". El estar con El es un gran bien, pues los desgraciados pueden estar donde esté El, pero con El sólo están los bienaventurados. Y aun cuando visible (aunque muy diferente), pongamos algún ejemplo: a la manera que el ciego esté en lugar donde hay luz, no está, sin embargo, con la luz, sino ausente de ella, así también no sólo los infieles, sino que también los fieles, aunque no puedan nunca estar donde no esté Cristo, no están, sin embargo, con Cristo por visión, pues no hay duda que el fiel está en Cristo por la fe; pero aquí hablaba de aquella visión con la que "le veremos como es"; por lo que ańadió: "Para que vean mi gloria", etc. "Para que vean", dijo; no para que crean, el premio de la fe es la gloria, no la fe.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 81
Pero no dijo para que participen de mi gloria, sino "Para que la vean", dando a entender disimuladamente que toda la bienaventuranza consiste en ver al Hijo de Dios. Dióle, pues, el Padre la gloria cuando le engendró.
San Agustín, ut supra
Cuando, pues, viéremos la gloria que el Padre dio al Hijo, entendiendo aquí que se trata no de la que el Padre, igual al Hijo, le dio al engendrarle, sino de la que el Hijo, hecho hombre, recibió después de la muerte de cruz; cuando veremos aquella gloria del Hijo, entonces se hará el juicio, entonces será echado el impío, para que no vea la gloria de Dios, la cual no es otra cosa que el mismo Dios. Pero si recibimos estas palabras en el sentido de que el Hijo es Dios, "quiero que en donde yo estoy estén ellos conmigo", estaremos con Cristo en el Padre, quien al decir "Para que vean mi gloria que me diste", a continuación ańadió: "Porque me amaste", etc. En El, pues, nos amó antes de la creación del mundo, y entonces predestinó lo que se hará en el fin del mundo.
Beda
Llama, pues, gloria, al amor con que es amado por el Padre antes de la creación del mundo. En aquella gloria nos amó también a nosotros antes de la creación del mundo.
Teofilacto
Después que rogó por los fieles y les prometió toda prosperidad, expresa una cosa piadosa, digna y propia de su mansedumbre. "Padre justo, el mundo no te reconoció"; como si dijera: Yo desearía que todos los hombres consiguieran los bienes que he pedido para los fieles. Pero porque te desconocieron, no alcanzarán la gloria y las coronas.
Crisóstomo, ut supra
Me parece que dice esto con tristeza, porque no quisieron conocer al que es tan justo y bueno. Así pues, no es esto lo que dicen los judíos, porque ellos dicen que en verdad, conocen al Padre mientras que el Hijo lo ignora. Pero es al contrario. De donde ańade: "Yo, pues, te conocí, y éstos conocieron que tú me enviaste, y les hice conocer tu nombre para hacerme conocer", etc., por el Espíritu Santo, dándoles perfecto conocimiento. Si, pues, aprendieren quién eres tú, sabrán que yo no estoy separado sino muy amado de ti, e Hijo propio y conjunto contigo. Esto procuré persuadirles para permanecer yo en ellos, y así ellos guardarán la fe y el amor que hay en mí. Y sigue: "Para que el amor con que tú me amaste esté en ellos", como si dijera: Amándome ellos, en ellos permaneceré.
San Agustín, ut supra
O de otro modo: ¿Qué es conocerle sino vida eterna? La que no dio al mundo condenado, la dio al reconciliado. Así, pues, el mundo no le conoció porque es justo; así le retribuiste su merecido para que no conociese; pero el mundo reconciliado conoció, porque El es misericordioso, y el conocerte no fue por sus méritos sino por tu gracia. Y después sigue: "Pero yo te conocí". El es la fuente de la gracia, y Dios por naturaleza; pero hombre por gracia inefable del Espíritu Santo, nacido de la Virgen. Finalmente, por cuanto la gracia de Dios viene por Jesucristo, dice: "Y le conocieron" (este es el mundo reconciliado); y así: "Porque tú me enviaste"; luego conocieron por gracia. "Y les hice conocer tu nombre (por la fe), y lo haré conocer (por visión) para que el amor con que tú me amaste esté en ellos". De esta misma frase uso el Apóstol: "Yo he peleado buena batalla" ( 2Tim 4,7); no dice en buena batalla (que sería más usual). ¿Cómo, pues, está en nosotros el amor con que el Padre amó al Hijo, sino porque somos miembros suyos y somos amados en El, como es El todo amado; esto es, la cabeza y el cuerpo? Por eso ańadió "Y yo en ellos". Está, pues, en nosotros como en su templo, y nosotros en El como en nuestra cabeza.